
"A los diez puntos de mi Decálogo tiene irremediablemente que ajustarse todo aquel que quiera bailar con pureza", así hablaba el genial bailaor Vicente Escudero del manual del baile flamenco que él mismo escribió.
Nació en Valladolid en 1898 y fue, si duda un polifacético artista. Cuentan de él que cuando niño se pasaba las horas zapateando en las tapaderas de las bocas de riego de su ciudad natal, tomando tal afición a ese ejercicio que se pasaba el día corriendo de una a otra tapa para comprobar los distintos sonidos. Esta afición le produjo muchos disgustos, y su padre tuvo que pagar algunas multas, ya que sus taconazos eran tan fuertes que las tapas se rompían. ". A los diez años ya se ganaba el sustento con su arte, bailando por pueblos y ferias de toda España, a pesar de la oposición de su familia.
En 1912, después de una estancia en París, donde tomaría contacto con los artistas y escritores de la época, inició por todo el mundo una triunfal gira de recitales en los que tuvo como ocasionales compañeras de baile a Antonia Merced y Carmita García. Su estilo se caracterizó por una gran sobriedad viril, huyendo de los amaneramientos y de la utilización de elementos extraños a la tradición folclórica, aunque realizó geniales improvisaciones y matizaciones coreográficas de gran valor estético. Estuvo siempre en contra de los bailaores que bailaban siempre al mismo toque rutinario, sin ninguna capacidad de improvisación: "El que baile sabiendo anticipadamente lo que va a hacer, está más muerto que vivo". A Carmen Amaya le dijo que "había aprendido a bailar de los gatos y mirando moverse las hojas de los árboles".
Se metió de lleno en las artes de la vanguardia y el surrealismo del París de los años 30 y comenzó a probar en otras modalidades artísticas como el dibujo o el cine, sin dejar de lado nunca su baile. Vicente Escudero se retiró en 1966 y murió en 1980 en Barcelona después de haber paseado su arte por los escenarios de todo el mundo, haber rodado algunas películas y haber escrito, entre otras cosas, el "Decálogo del buen bailarín" en 1951:
1. Bailar en hombre.
2. Sobriedad.
3.Girar la muñeca de dentro a fuera, con los dedos juntos.
4. Las caderas quietas.
5. Bailar asentao y pastueño.
6. Armonía de pies, brazos y cabeza.
7. Estética y plástica sin mistificaciones.
8. Estilo y Acento.
9. Bailar con indumentaria tradicional.
10. Lograr variedad de sonidos con el corazón, sin chapas en los zapatos, sin escenarios postizos y sin otros accesorios.
Valladolid, orgullosa de este gran bailaor le rindió homenaje en el año 1995 con el descubrimiento de este monumento. Se trata de "Baile en bronce" de la también vallisoletana Belén González Díaz, que se encuentra situada en un estanque dentro de los conocidos Jardines del Campo Grande. No obstante en el año 2006 se le volvió a homenajear en su ciudad con monumento realizado en hierro y acero por Bustelo, Ostern y Juan Villa, quienes recogieron la silueta del bailarín en una de las posiciones de baile que figuran en su conocido decálogo del arte flamenco.
Su paisano Francisco Javier Martín Abril escribió de él: "Salía al escenario y todo se ordenaba. Se elevaba señero. Fuste, columna, llama. Alambre de oro esbelto y elocuente. Y sus gestos viriles. Y sus manos palomas. Y sus pasos precisos, contados y cantados".
Texto y Foto: Yessica Brea