Revista La Flamenca nº 22 /año 2007 Septiembre Octubre Fotos: Paco Manzano
La bella localidad de Marchena, tan olvidada por los intérpretes actuales en sus procesos artísticos, marcó de manera fundamental la historia del cante en el periodo de entre-siglos y, posteriormente, en los años exóticos de la Ópera Flamenca. Aportó una perspectiva del baile que hace años desapareció para siempre, olvidada en las esquinas y rincones de la plaza Ducal de la Villa sevillana. Y nos legó una escuela guitarrística fundada por el maestro Melchor Jiménez Torres, "Melchor de Marchena", de cuyo nacimiento se cumplen ahora cien años. Lejos de desaparecer, su concepto estético del toque es inherente a la inmensa mayoría de los pocos buenos tocaores que tenemos actualmente. Mas donde Melchor resucita increíblemente, preciso y sólido, silencioso y mágico, es en la flamenquísima guitarra de su hijo Enrique Jiménez Ramírez, "Enrique de Melchor"...
Se celebra en estos días el centenario del nacimiento de Melchor de Marchena... ¿Qué recuerdo le quedan de su progenitor como guitarrista y como persona?
Pues imagínate. Si como guitarrista era un fenómeno, el que mejor acompañaba del mundo, como persona era... que te voy a contar. Era un hombre serio, pero que le gustaba gastar bromas según con quienes, y muy cariñoso con la familia.
Muchos consideramos a su padre, el más genial guitarrista para el acompañamiento al cante de todos los tiempos.... ¿Qué tenía?
Pues, a parte de una gran personalidad, tenía un sonido que... a nadie le ha sonado la guitarra como le sonaba a él. Por otro lado, se adaptaba muy bien a los cantaores. Así, lo mismo le tocaba a la Niña de los Peines, que a Caracol o a Mairena, que a Manuel Torre. Y conseguía que estuvieran cómodos y que cantaran bien, que es lo que tiene que procurar un guitarrista cuando acompaña al cante.
Destacamos mucho de Melchor de Marchena el uso del silencio que, hasta que él llegó, no era muy usado musicalmente. Es fundamental en su toque...
Hombre, al silencio hay que darle mucha importancia. Hay momentos en los que es necesario dar un descanso al oído, unos segundos de tranquilidad, por decirlo de alguna manera, son fundamentales.
Del resultado de los trabajos realizados por su padre con ambos maestros, ¿con qué se queda?
Con todo de los dos. Mi padre le tocaba totalmente diferente a Caracol que a Mairena, siendo el mismo toque. Era diferente porque el carácter de ambos era totalmente diferente en lo personal. Mairena era un hombre mucho más pausado y tranquilo. Y Caracol puro nervio, puro genio. Me quedo con los dos porque era muy difícil adaptarse y ser versátil para los dos.
Usted acompañó a Antonio, ¿cuáles eran las exigencias del cante del maestro?
Ninguna. Antonio era un ser maravilloso. Una persona muy cariñosa. Yo grabé con él cuando tenía diecisiete o dieciocho años un disco entero de soleares. No tenía ninguna exigencia y si lo hacías malamente no te lo decía. Era educadísimo y se lo callaba. Yo tuve la suerte de adaptarme bien a él.... Cantaba a gusto conmigo.
Además de su padre, tuvo usted a otros maestros como Eugenio Caracoles, en Los Canasteros...
Empecé con mi padre. Ya después me fui al tablao Los Canasteros y fui aprendiendo de todo el mundo. Eugenio Caracoles era un íntimo amigo mío, de salir juntos por ahí y eso. Yo entonces estaba empezando a tocar y me fue enseñando muchas cosas, sobre todo de técnica.
En su familia hubo mucho arte: desde la Jilica, a los Chindo, pasando por El Cuacua, Juanito de Marchena, El Titi, Babé, Juanillero, Miguel y Manuela de los Reyes... ¿Después de usted que quedará?
Bueno, las cosas se van perdiendo. Ahora viene conmigo, en mi grupo, un sobrino mío hijo de mi hermano Melchor, de segundo guitarra. Espero que esto resurja, que vengan niños y esta saga no se pierda.
Mucho se ha hablado de la Jilica... ¿Y su abuela Josefita?. Ella, prima hermana de la Jilica, también tenía sus cantes...
Sí. Yo no tuve la suerte de conocerla, porque era muy pequeñito cuando ella vivía. No tuve una edad suficiente para ello. Pero los viejos de Marchena si me han cantado la soleá que ella hacía.
¿El toque de sus tíos era muy similar al de su padre?
Era muy parecido, pero mi padre tenía mucha más fuerza. A mi me han dicho que mi tío Miguel El Bizco, cantaba mejor que tocaba. Yo tampoco lo conocí bien porque tenía cuatro o cinco años cuando mis tíos murieron. A Antonio, el Chico Melchor, si lo conocí más. Ya empezaba yo a hacer mis pinitos con la guitarra. Tocaba parecido a mi padre, de la misma escuela, pero con menos carisma.
El baile también ha estado muy presente en su familia. ¿Qué ha quedado de esa forma de bailar exclusiva de Marchena?
Eso se ha perdido. Mi generación no ha conocido eso.
Ha heredado el buen gusto por el acompañamiento al cante. De hecho, de todas las entrevistas realizadas a cantaores de primer nivel (Manuel Mairena, Menese, Lebrijano...) todos le eligen como tocaor imprescindible para posibles grabaciones futuras...
¿Sí?
El hecho de ser el tocaor predilecto de Mairena y Caracol, dos mundos opuestos... es significativo.
Claro, hay tienes la prueba. Cantando Mairena y Caracol de forma totalmente diferente, los dos buscaban su guitarra.
Dígame su secreto para acompañar al cante
Nada. Lo que me decía mi padre: que cuando se acompaña hay que acompañar y hacer sentir al cantaor lo más a gusto que uno pueda. El secreto lo escuché en mi casa, lo que mi padre me enseñaba. Me cantaba un poquito, me decía cuando había que aligerar en un momento, cuando había que tener ese silencio en otros... Más que aprender, lo capté. Luego elegí una línea de guitarra solista, pero mi carrera siempre ha estado ligada al cante. Seguro que seré el guitarrista que más discos ha grabado de la historia de la guitarra, porque he hecho discos desde hace treinta años para acá con todo el mundo.
Es que si tenemos en cuenta la discografía de su padre, sucede lo mismo. Es junto a usted el guitarrista que más discos ha grabado en la historia del flamenco...
Claro, a los artistas de su época les tocó a todos.
Paco es algunos años mayor que usted ¿Qué recuerda de aquella gira juntos?
La recuerdo muchísimo. Éramos dos niños, yo estaba en Los Canasteros y él me llamó cuando comenzaba a despuntar en toda Europa. Me fui con Paco a Alemania, Francia, Japón, Argentina... dormíamos en la misma habitación, comíamos juntos y si el día que teníamos libre había un campo de fútbol, ahí estábamos los dos metidos en cualquier equipo. Éramos dos chavales, dos niños... lo recuerdo con mucho cariño porque Paco es además un encanto como persona.
Se ha manifestado a favor de la tradición y de la evolución del toque. Pero ¿con qué no esta de acuerdo?
Bueno, no es que no esté de acuerdo. Lo que pasa es que ahora la gente joven quieren avanzar muy deprisa, y les ha dado por los guitarristas americanos, el jazz, etc. Yo estoy abierto a todos los caminos pero siempre sin olvidar lo que dejamos atrás. Me gusta todo lo que escucho, pero prefiero a Sabicas antes que a Pat Metheny. Soy un poco más tradicional y no me olvido de la gente de atrás.
En el solismo la técnica avanza a pasos agigantados... ¿A qué nivel queda el alma?
Esa es una pregunta muy difícil de contestar, porque cuando se tienen veinte años se quieren hacer las cosas cuanto más difíciles mejor. Y se emplea más la técnica que el corazón. Pero creo que cuando estos chicos de veinte años lleguen a los cuarenta, y tengan toda la técnica aprendida, echarán mano de los recuerdos de antes y de darse cuenta que es mejor dar dos notas bien puestas que una escala rapidísima.
"Es mejor dar dos notas bien puestas, que una escala rapidísima"
Su última grabación en solitario es "Raíz flamenca" ¿Qué aporta?
Bueno, Raíz Flamenca sólo tiene cuatro temas nuevos, porque la casa donde yo grababa se vino abajo y desapareció. Entonces se completó con una recopilación de los tres discos que había grabado anteriormente con ellos. Esas grabaciones son bastante buenas y aportan cosas mías, dice lo que yo he hecho.
¿Qué dirección tomaría para una nueva grabación?
Una muy difícil. Complicadísima. Llevo cinco años sin grabar y lo que me apetece es hacer un disco flamenquísimo, sin nada de grupos ni coros. Hacer un disco como se hacía hace cuarenta o cincuenta años, a base de soleares, seguiriyas, taranta y todas estas cosas, pero sólo con guitarra.
Es dificilísimo encontrar hoy en día a un guitarrista que sea capaz de sentarse en solitario con su guitarra, enfrentándose a un público... y sin reverb, ni hablemos.
Claro, así se descubren los defectos. Para hacer esas cosas hay que estar muy preparado, llevar muchas horas de estudio encima y estar empapadísimo de guitarra.
Hábleme de sus proyectos futuros
Ahora estoy compaginando cosas de cante con los recitales. Este mes de septiembre será de conciertos. De todos modos, siempre que saco un trocito de algo lo voy apuntando. Aunque lo de grabar el disco me lo pienso. Si lo hiciera creo que sería el último, porque sacar diez temas de guitarra, diferentes a lo que has hecho antes, es muy difícil. Es complicado, pero no se sabe en el momento en el que te va a llegar la inspiración.