Revista La Flamenca: Revista nº 14 /año 2006 Marzo Abril/ : Gonzalo Rojo Guerrero
No sólo el haber recibido recientemente la Llave de Oro del Cante, merecido galardón entregado en Málaga el pasado mes de octubre, hace de Antonio Fernández Díaz "Fosforito", el personaje ideal para hablar de él como maestro de este arte. Antonio tiene acumulado a lo largo de muchos años, todo lo necesario, todo cuanto es imprescindible, para poder configurar la vida profesional y artística de uno de los cantaores más importantes del siglo pasado. Y aún en éste, sigue dando los suficientes motivos para ser paradigma de cantaores.
Licenciado en todos los decires de la vida, Antonio conoce sobradamente los caminos que dan experiencia al hombre y le hacen libre, digno y fuerte. Él es plata de ley, diamantina voz con metáfora de Maeztu y vibrante casticismo de Baroja. Hace ya tiempo que dije que sin hallarse Antonio en la zona chaconiana ni en la caracolera, él, es libre en ley y creador de una escuela con epígonos en todas las zonas flamencas.
Dotado de un prodigioso sentido musical que le ha servido a lo largo de su carrera profesional para modelar los más variados cantes y convertir el estilo más liviano en el más hermoso de los decires flamencos, anduvo tras conseguir el premio absoluto del concurso cordobés, por las cinco partes del mundo llevando el arte flamenco a cimas entonces desconocidas.
Su recreación del taranto, del verdial malagueño, del polo o de la soleá apolá, su impronta en las cantiñas gaditanas, su nuevo hacer en la petenera y su revalorización en otros muchos cantes, le han llevado a ocupar el puesto de maestro de un arte ya secular, pero tan vivo y tan actual como la propia vida.
Y así tenemos a Fosforito de almuédano y toná gitana, el del cante hecho saeta en el fiel de la seguiriya, el de la cantiña que navega en velero gaditano, el de la malagueña que vuela desde la vega del Guadalhorce a los alcores de la Axarquía, el del polo con aire de Tajo y frescura de Guadalevín, el de la inigualable soleá apolá y el del taranto del "que ya no pueo más". Llanero sin frontera tras la gacela que corre por valles y cordilleras de nuestra Andalucía.
Por eso, a Fosforito hay que escucharlo predispuesto a embriagarse con los más puros sonidos que este arte encierra. Señor del cante y señor de su señorío, ha sido, con muy pocos más, el más fiel baluarte que en más de medio siglo ha tenido el cante flamenco. Un clásico con huella digital, que diría Manolo Alcántara. Un esteta irrepetible en la parcela del cante flamenco. Este es Antonio y así será mientras viva.