Web revista La Flamenca 14/2/2010
A veces la vida te da palos grandes, pero pocos palos o estilos hay tan solemnes como una bulería pa escuchar de esas que se marcan en Jerez de la Frontera. Recuerdo que hace una semana tuve que realizar un viaje de más de ochocientos kilómetros en mi coche. A mí nunca me ha apasionado conducir, pero desde que existe el mp3 los viajes tienen otro carácter, o los miro de otra manera. Durante casi ocho horas estuve escuchando ininterrumpídamente, salvo alguna paradilla que otra, música flamenca. Un poco de todo, pero en especial Enrique Morente y cantaores de Jerez. Tras escuchar a la familia de los Zambos apareció Fernando Fernández Pantoja. La verdad es que hacía algún tiempo que no lo escuchaba, pero fue abrir la boca cantando una de sus bulerías por soleá, que el frío y la nieve que me rodeaban en la carretera se convirtieron por arte de magia en un tabanco jerezano. Espero que no me lea la Guardia Civil, por que no pude resistirme y empecé a golpear con mis nudillos en el salpicadero. Eso era para mí Fernando Terremoto, me hacía temblar.
Dicen los entendidos que la bulería por soleá debe cantarse en cuarto lugar dentro de recital. Mira que somos “pesaos” los flamencos que en vez de ser andaluces parecemos alemanes, siempre todo tan “cuadriculao”. Pues Fernandito, dentro de su ortodoxia heterodoxa, solía comenzar sus recitales y actuaciones con una bulería pa escuchar. Muchas veces para mí ha sido suficiente para salir satisfecho de su actuación. Recuerdo que en la Bienal de Sevilla 2006 andaba Fernando ese día un poco de mal de voz. Muchos fueron los que dijeron que debía haber suspendido su actuación, que cualquier médico hubiera certificado que se encontraba indispuesto, pero Fernando estaba hecho de una pasta especial. Como no podía ser menos, su bulería por soleá inicial fue para mi de lo mejor que escuché ese año en dicha bienal. No puedo presumir de haber sido su amigo, pero si de habernos encontrado unas cuantas veces en diversos festivales del orbe flamenco, y si lo admiraba como cantaor, que voy a decir como persona. En todo momento se interesaba por ti, por tu trabajo, por los compañeros de profesión. Pocas personas he conocido con esa nobleza y humildad. Sobre todo pude acercarme más a él gracias al festival de Nimes del año pasado, donde ya se le notaba cansado. No entiendo como una persona tan enérgica ha ido apagándose tan lentamente, como agarrándose a la vida con alfileres.
Atrás han quedado dos discos, de los cuales creo que nunca se ha sentido plenamente satisfecho, por eso estaba ilusionado con el que desgraciadamente todavía no ha visto la luz, lo cual esperamos que sea en breve. A lo largo de esta lenta agonía, cada vez que le preguntaba tanto a él, como a su inseparable compañero de fatigas Alfredo Lagos, por su disco, se les iluminaban las caras, y verdaderamente se les veía convencidos de que no solo estaban haciendo un gran trabajo, sino lo que ellos verdaderamente querían ofrecer al público, sin trabas de productores y discográficas. Hablando de Alfredo no puedo olvidarme de Israel Galván, los cuales seguramente lo están pasando mal y a los que desde aquí mando un fuerte abrazo, pero es que los tres formaban una única persona. Eran la Santísima Trinidad del flamenco en ese espectáculo, que nunca me cansaré de decir, que es de lo mejorcito que se ha hecho en mucho tiempo, me refiero a “La Edad de Oro”. Más de cien representaciones, y todas con algo distinto, únicas. El fin de fiesta del mismo era portentoso con Alfredo al toque, Israel al baile y al cante Fernando. Quizás una de las mejores virtudes de Fernando, aparte de ser hijo de quien era, es el hecho de que comenzara su carrera como tocaor, lo que le dotó de una capacidad de afinación desconocida en la tierra del vino y los caballos.
Nos quedará igualmente para el recuerdo el estreno de “El final del estado de cosas” de Israel Galván en Mijas durante la segunda edición de la extinta Bienal de Málaga, pues como dije antes, Fernando Terremto nos hizo nuevamente temblar, en este caso cantando por seguiriyas, fiel a la tradición paterna, sobre una plataforma que se movía cual los efectos de un seísmo. Y que será de la Fiesta de la Bulería sin él. No me perdonaré nunca no haberme despedido de él, pues haces unas semanas vino a la Peña El Taranto de Almería, aunque ese día tenía otro compromiso flamenco ineludible en la provincia, y desgraciadamente no llegué a tiempo para verle. Sabía de su estado de salud desde hacía algún tiempo, pero me sorprendió un correo que me llegó del Teatro Villamarta anunciando la cancelación de su actuación en el próximo Festival de Jerez, la cosa pintaba mal, pero no pensaba que a los pocos días mi teléfono móvil no pararía de recibir mensajes desde Jerez con la luctuosa noticia, lo cual demuestra el cariño que siempre se tuvo hacía su persona, al que muchos ya echamos de menos como cantaba Manuel Torre o Tomás Pavón
Cuando tu me eches de menos
el día que me eches de menos
te tienes que volver loca
y salir a buscarme
como un caballo sin freno
cuándo yo esté en tu casita
y tú a mí no me veas
y me echarás muy de menos