Fue el legendario guitarrero almeriense Antonio de Torres Jurado quien a mediados del siglo XIX definió y concretó el modelo de guitarra española -clásica y flamenca- tal como lo conocemos hoy. Y lo hizo tanto en su diseño exterior, como en su estructura interna y en las características de su sonido. Consiguió el llamado sonido español. Partiendo de las antiguas guitarras de tablao, construyó un modelo de guitarra flamenca que satisficiera a los tocaores de aquella época. Un modelo que guardaba diferencias con la guitarra clásica, instrumento éste destinado a los concertistas académicos. La primera diferencia que llama la atención es el más abundante uso de clavijas para afinar frente al de clavijeros mecánicos, más prodigados éstos en las guitarras de concierto. La costumbre de aquellos tocaores de colocar la guitarra casi en vertical, sería lo que provocó el empleo del clavijero de palo, elemento de menor peso y por lo tanto más cómodo. Es de tener en cuenta además que solían actuar a menudo de pie, sobre todo acompañando al baile, por lo que el peso del clavijero resultaba más incómodo aún.
Otra diferencia de las más visibles es el golpeador adherido a la tapa. La estética musical del toque exige a veces golpear la tapa del instrumento con las yemas y las uñas, recurso que no practican los clásicos. Por ello, se impone proteger la delicada tapa de pino-abeto con el apósito de una lámina de madera dura: palosanto, caoba, nogal e incluso con materiales semi-preciosos como la nácar o el carey, según la calidad ebanística de la guitarra. Difieren también los materiales para construir los aros o lados y el fondo o suelo. Los de las guitarras clásicas se suelen elaborar con palosanto y los de las flamencas con ciprés. Ésta es una madera más ligera que aquella y cada una colabora a matizar el sonido según los gustos de ambos géneros.La profundidad de las cajas armónicas o la anchura de los aros de la guitarra flamenca es menor. Esta diferencia responde a motivos sonoros. La caja de menor volumen produce un sonido con calidades más agradables para los tocaores que para los concertistas.
Procurando comodidad en la digitación de la mano izquierda, el diapasón de las guitarras flamencas era más estrecho. Consecuentemente, las cuerdas resultaban más juntas. Y procurando comodidad para el ataque de la mano derecha, el puente y el hueso se construían con menor altura. Así las cuerdas quedaban más próximas al diapasón y por lo tanto, no exigían un ataque tan duro para la mano derecha ni para la izquierda. Pero la mayor diferencia entre ambas está en las características de sus sonidos. Un sonido brillante e incisivo, de rápida respuesta en los instrumentos flamencos, frente al sonido redondo, profundo y aterciopelado de los de concierto. Sonidos que se consiguen labrando las maderas con distintos gruesos y empleando sistemas de varetajes armónicos apropiados, además de usar las técnicas descritas.En la actualidad, ambos modelos se han homogeneizado bastante, sobre todo en los que usan los concertistas flamencos. Éstos prefieren diapasones anchos con cuerdas separadas para efectuar complicadas digitaciones. Sus pulsaciones son por lo general más potentes que antes, por lo que buscan guitarras de dureza media e incluso alta.
Dada la colocación de la guitarra extendida ahora entre los concertistas flamencos, colocación tendente a la horizontalidad, el peso del clavijero apenas se aprecia, por lo que prefieren los mecánicos, de mayor precisión y facilidad en su manejo que los de clavijas. Y el concertista flamenco de hoy busca un sonido de características más parecidas a las de la guitarras clásicas que a las tradicionales de acompañamiento. Por ello, es frecuente ver en sus manos instrumentos con aros y fondos de palosanto, con voluminosas cajas y labrados a lo clásico. Los cánones estéticos del sonido del concertista flamenco han cambiado. Y con ellos, sus instrumentos. Precisan unas guitarras que produzcan el sonido que pretenden y que registren las técnicas que usan.
Eusebio Rioja