Antonio Mairena en el Horizonte
Revista La Flamenca: Revista nº 5 año 2004 Julio - Agosto. Antonio Carmona Fernández. Profesor de Literatura Española. (Fundación Antonio Mairena)
El fenómeno expresivo que constituye el universo del cante se ha patentizado desde siempre como si surgiera espontáneamente, instintivamente, como si fuera fruto de la casualidad o del azar, o de la climatología, o de la geografía, de una forma de entender la vida o de una determinada familia. En efecto esto es así. No se puede negar. Pero, sobre todo, téngase presente que un artista tan genial y único como Antonio Mairena se hace también y sobre todo, por decisión personal y propia de entregarse, de dedicarse, no sólo en cuerpo y alma a su arte, sino también con inteligencia, con plena conciencia y con un proyecto artístico que se va generando, haciéndose y rehaciéndose, mediante reflexión y autocrítica, a lo largo del tiempo.
Cada uno de estos elementos se concitan en la persona de Antonio Mairena y todo esto es la base para afirmar sin apasionamientos y con objetividad que el conjunto de su obra, la discográfica y la bibliográfica, representa un cambio significativo en la historia del cante por lo que tiene de revolucionario y de carácter fundacional de nuevos horizontes en este ámbito artístico. De revolución por lo que supone de ruptura con la estética flamenca vigente, y de fundacional porque su cante significa una nueva estética: la del reencuentro con las fuentes originarias.
El principal cambio y de más alcance es que con A. Mairena empieza a considerarse el cante gitano como un arte y deja de tratarse desde el campo de lo folklórico. Un arte porque requiere un profundo conocimiento de sus preceptos y reglas, porque es necesario estar dotado de unas facultades apropiadas y otra serie de virtudes entre las que destaca el sentimiento. A este nuevo enfoque contribuye también decisivamente la atención y la valoración que del cantante se asume por parte de algunos intelectuales y artistas del momento. Pero no cabe duda que la actitud, el rigor y el esfuerzo de A. Mairena contribuyeron en gran medida a ello, al enaltecimiento y dignificación del cante gitano.
¿Cuáles son, pues, los pilares sobre los que se asienta la obra mairenista y que le confieren ese carácter revolucionario al que aludíamos antes? Los he dejado entrever antes pero ahora conviene formularlos clara y sucintamente:
1) El asumir responsablemente la herencia del cante gitano-andaluz.
2) El reformular y sistematizar esa herencia para que sean posibles unas inmejorables condiciones de transmisión de la misma.
3) El dejar constancia de su experiencia, tanto vital como artística.
4) Luchar, hasta lograrlo, por una dignificación y por una valoración del fenómeno expresivo del cante y de sus intérpretes.
Estos cuatro elementos están fuertemente interconectados entre sí, son solidarios unos de otros y no son concebibles por separado, conforman un todo indisoluble y son los pilares sobre los que se erige la obra de este andaluz universal.
Mairena, nacido en 1909, se vio abocado, desde su cuna, a asumir de una manera natural y casi lógica, la herencia del cante. Nació en el seno de una familia gitana de Mairena del Alcor. Una familia gitana donde se vivía el cante y un pueblo que, en palabras suyas, ha sido siempre una localidad cantaora, no sólo en los cantes gitanos, sino en otros cantos populares andaluces. Nuestro cantaor nació en una época donde la comercialización del flamenco era cada vez más notoria pero todavía y con una gran fuerza persistían las expresiones más puras y auténticas, las cuales se ejemplifican en los nombres de un Joaquín el de la Paula o en el de un Manuel Torre. Pero siempre, a lo largo de toda su vida, Mairena nunca dejó de estar en contacto con las esencias más puras del arte gitano-andaluz estuvieran depositadas en donde fuera y en quienes fuera. Esta es la base de su obra. Sea en la Niña de los Peines, en su hermano Tomás Pavón, en un Juan Talega o en Tomás Torre. Sea en otras personalidades que, aunque no alcanzaran la relevancia o el renombre de las anteriores, representaban todo aquello que Mairena buscaba y sentía, y por eso allá iba donde él tuviera noticia de que existía esa fuente esencial, de la que se nutría su estética.
Aunque, dueño de una conciencia cantaora y autocrítica muy aguda, rarísima hoy día, más que buscar, él más bien encontraba. Donde nadie veía ni encontraba, él, con ese poderoso sentido musical y estético que poseía, encontraba aunque fuera un débil hito, para luego, de ahí, ya construir o tejer todo un cante o todo un estilo, ocupándose de prestigiarlo y darlo a conocer. Así que además de asumir la herencia del cante gitano, nos descubrió esa herencia, nos desveló esa herencia. Podíamos decir, si se me permite, parafraseando el viejo lema de la Academia Española, que “limpió, fijó y dio esplendor” al tesoro artístico que es el cante. Y que tal vez, de no ser por su cultivo, por su aprecio, gran parte de este caudal se hubiese perdido o a lo sumo se hubiera transmutado en algo insustancial.
Esta fue la responsabilidad que asumió y ejerció toda su vida, por ello su obra se afirma como un modelo permanente de respeto a la herencia recibida y a la vez de desarrollo y reformulación de esa herencia. Asume que la raíz de la que surge el cante debe permanecer, pero eso no supone que el numen originario permanezca estático sino que esas raíces deben inscribirse en un lógico y adecuado marco evolutivo. El cante flamenco contra el que se rebela A. Mairena se caracteriza por su inautenticidad expresiva, colorista pero falso y engañador. No desprecia, como alguna vez se le ha acusado, sino que perfecto conocedor del horizonte, en fidelidad a sus raíces, propone una recuperación de lo originario, una nueva búsqueda estética. En definitiva, racionalizó esa herencia, aportando su esfuerzo reflexivo y su enorme caudal estético y musical, y logró así racionalizar el porvenir.
El segundo aspecto que se puede aislar en su obra y quizá el más valorado del conjunto de su labor es su dedicación y esfuerzo, sin precedentes, por organizar sistemáticamente la historia y etapas fundamentales del cante, sus aspectos musicales y literarios, la clasificación de los cantes, sus delimitaciones y características específicas, concretándose todo este trabajo en el tratado que antes cité, Mundo y Formas del Cante Flamenco que es la obra maestra de la bibliografía flamenca. Pero, antes de todo, fehacientemente y en correspondencia exacta y precisa con su pensamiento y sus conceptos teóricos, en su monumental obra discográfica y en su proyección artística en los escenarios, y en su vida. Mairena siempre se planteó y concretó toda su acción en ser fiel a los ideales del cante gitano-andaluz.
Para fraseando al buen especialista y exégeta de A. Mairena, Francisco Vallecillo, podríamos decir que el libro Mundo y Formas del Cante Flamenco y el conjunto discográfico La gran historia del cante gitano-andaluz son las “sagradas escrituras y las sagradas formas del cante” . La profundidad, la acabada perfección de una y otra obra, acrisolan, condensan magistralmente los dos extremos de la experiencia cantaora y humana de este ilustre artista: la soledad y la comunión. Soledad por la terrible desazón de sentirse aislado tantas veces, incomprendido y enfrentado a los gustos del público y de la mayoría de los artistas. Comunión, con la esperanza en que un día el cante despertaría con toda su grandeza y recuperaría todo su valor, identificación apasionada y virtuosa porque, como él decía, se sentía acompañado, consolado y reconfortado, lleno de alegría.
A. Mairena, por naturaleza, pues él era gitano, y por convicción defiende simplemente el arte que él sentía y cómo él lo concebía y lo expresaba. Y cuando un artista defiende su arte y lo eleva a las más altas cotas no es un radical, como se pretende por algunos, sino un artista plenemente coherente.
No identifica “cante flamenco” con “cante gitano”. Expone claramente que son dos ámbitos distintos, aunque en algunos casos discurren paralelamente. Pero él siempre fue respetuoso y hasta condescendiente, como es bien sabido, con todo artista, cualquiera, que expresara lo que sentía.
Reclamaba y exigía a los cantaores gitanos que cultivaran la inteligencia necesaria para el conocimiento y el ejercicio del cante gitano-andaluz. Exigía y clamaba responsabilidad. Ante los desastres de la historia y, ante la degradación, propone una vuelta a lo originario.
El cante, así conceptuado, como lo hacía A. Mairena, no representa sino significa un ejemplo de anquilosamiento en un pasado más o menos remoto. Su obra es, bien al contrario, una propuesta que supone conectar toda labor artística con la raíz de la que surge el cante. No para ausentarse de la realidad, sino para que veamos a través de ella. Su modelo artístico no es conservador sino exaltador y vivificador de un modo de sentir y de vivir, claramente arquetípico y perteneciente al ámbito gitano-andaluz.
Otro de los afanes, intelectual éste, y que late en el conjunto de la obra mairenista es el dejar constancia de su experiencia tanto vital como artística. Su libro Las Confesiones... manifiesta esa necesidad. Unas memorias se escriben para dejar testimonio de hechos de vida. Y ese, a simple vista, se puede decir que es el carácter de este libro. Pero, si se analiza bien, se observará que lo que menos se refieren son los aspectos biográficos y, por el contrario, lo que más extensamente se refieren son toda una serie de aspectos que tienen relación con la necesidad de explicar el autor lo que podríamos llamar, en definitiva, su estética.
Este libro expone con inmediata claridad, sin subterfugios, la razón de ser de este cantaor genial e irrepetible. Es decir, su entrega sin reservas a su arte. Es, por tanto, la primera vez que aparece en la historia del cante un cantaor, respaldado por una obra con tan altas cualidades, que tan explícitamente nos ofrece sus reflexiones sobre su arte, como ya dije al principio. Aún hoy no disponemos de algo parecido.
Cuando se habla de cante, sobre todo en medios y por personas especializadas siempre se refieren a los aspectos que constituyen el resultado o los resultados de un ejercicio que se entiende surgido naturalmente, como expresión de un instinto, o que está ligado a unas características o rasgos físicos..., únicamente. Rara vez, al menos, no es común, valorar por los que ejercitan asiduamente la crítica flamenca, todo lo referente a lo que de acto intelectual o planteamiento teórico o reflexivo pueda conllevar esa ejecución artística. Quizás porque no hay más que un puro ejercicio, eso sí, más o menos virtuoso.
Pues bien, Antonio Mairena no sólo es uno de los cantaores más extensos e intensos del arte gitano-andaluz, sino que además es un artista que se preocupó toda su vida por la problemática que rodeaba su arte. Él fue consciente desde muy joven de las dificultades y de las posibilidades que tenía el cante. A pesar de su respeto a los moldes y estilos heredados, a la par se propuso y consiguió desarrollar musicalmente los cantes, mediante su labor investigadora y de análisis de los mismos. Así pues, no sólo fue un creador sino también y a la vez un pensador, un crítico. En definitiva un artista, el primero, que se situó reflexivamente ante el panorama del arte que ejecutaba y que con un proyecto, no sólo con unas cualidades artísticas, logró finalizar la tarea personal que constituye su obra. Por ello, Antonio Mairena es también el primero, en el universo del cante, que nos ofrece una conjunción acabada y coherente de pensamiento y arte. Como otros artistas de otros dominios artísticos es un hombre preocupado por los problemas del suyo.
Se podrá o no discutir su obra y su pensamiento, se podrá expresar que era un artista radical en muchas de sus apreciaciones o en muchos de los conceptos que constituyen la base sobre los que se asienta su obra. Pero no se podrá negar nunca que fue la primera y hasta hoy la única personalidad artística flamenca que se entregó sin reservas, ni siquiera mentales, a su labor.
Antonio Mairena revolucionó el cante porque supo ofrecernos y legarnos una gran obra estrechamente ligada a unos postulados intelectuales. Una obra fruto del análisis y de las conclusiones personales que luego él supo, en perfecta armonía, plasmar magistralmente en su vida de artista y en su obra discográfica.