Antonio Mairena en el Horizonte
Revista La Flamenca: Revista nº 4 / año 2004 Mayo - Junio. Antonio Carmona Fernández. Profesor de Literatura Española. (Fundación Antonio Mairena)
Veinte años se cumplen en estos días desde que nos dejara Antonio Mairena, el insigne maestro del cante gitano-andaluz. Sin embargo, su obra artística y sus ideas persisten. El panorama expresivo del flamenco en la actualidad se comprende en función de su grado de referencia con el cante de Mairena. Es decir, por la equidistancia con el arte mairenista. Pues no sólo fue un genial intérprete del cante gitano y un creador prodigioso, a la par, perfecto conocedor del horizonte que seguía, sustentó su arte en bases firmes y conscientes que lo elevan hacia objetivos precisos y seguros: la sistematización y el desarrollo de la gran música gitano andaluza.
Efectivamente no hay que olvidar que D. Antonio Cruz García no sólo nos legó una gran obra discográfica, como corresponde al suntuoso cantaor que es, sino que también nos dejó dos libros. El primero de ellos se tituló Mundo y Fromas del Cante Flamenco, en colaboración con el gran poeta cordobés, Ricardo Molina y que editó la Revista de Occidente. Libro este que se concibe como un tratado del dominio artístico del flamenco, que por lo que supone de configuración global del fenómeno expresivo del cante, sigue siendo aún hoy día, básico e insuperable punto de referencia para estudiosos y aficionados. Libro polémico y ambicioso pero a la vez coherente y consustancial con el quehacer artístico de A. Mairena. Esta es su gran virtud y también su garantía.
Nos dejó igualmente, en segundo lugar, un libro de memorias, Las Confesiones de Antonio Mairena, en una edición que preparó el profesor y poeta Alberto García Ulecia y publicó la Universidad de Sevilla, donde refiere, además de los momentos más importantes de su vida, sus reflexiones y puntos de vista sobre el cante. Este es un libro franco, testimonial y expresamente testamental de un hombre, de un artista consagrado por entero a su arte.
Hoy no se puede dudar, como algunos en ocasiones han pretendido hacerlo, sobre la determinante e insustituible labor de Mairena en el proceso de creación del primero de sus libros. Aunque Ricardo Molina fuera el escritor de hecho, incluso si se quiere, el gestor del plan de la obra, es palmario que sin la aportación técnica, de los conocimientos, de la atesorada experiencia y de los criterios del cantaor, lo más significativo y los resultados de Mundo y Formas del Cante Flamenco no hubieran sido jamás los que fueron y que se nos plasman y patentizan en esta obra. Esto es evidente.
Con respecto al segundo libro, no cabe ninguna discusión: toda la información es de A. Mairena, como se declara expresamente en las "advertencias" que el editor pone al frente de dicho libro. Las "Confesiones" constituyen, por la palpitante inmediatez de lo vertido en ellas, lo más directo y valorable de su obra escrita. Aquí se puede constatar la pasión por el arte que cultivaba y también la preocupación por las virtudes y los problemas que afectaban al mismo. Se exponen, en suma, en este libro, con aguda y responsable conciencia, la razón de ser del cante, los límites que lo enmarcan y las condiciones de su herencia y transmisión.
También de su puño y letra dejó publicados en la revista Candil, revista de temas flamencos de Jaén, unos quince artículos que versan sobre distintos aspectos del cante. Asimismo, a esto habría que añadir, según testimonios de la familia del cantaor, algunos escritos suyos que aún se mantienen inéditos y que se esperan poder publicar próximamente.
Así que, por consiguiente, estamos ante una personalidad que no sólo detentó los saberes y secretos de un arte grandioso y singularmente hermoso, sino que, desde su amorosa y abnegada dedicación, en un gesto generoso y abierto, sin reservas y como muestra de su preocupación por el futuro, nos dejó expresados, de una manera clara, sincera y rotunda, los conceptos que fundamentan este arte. Se ocupó de ofrecernos una explícita reflexión sobre el ámbito del cante buscando, afanosamente, hacernos compromisarios y partícipes de los puntos de refencia y de las nociones esenciales que lo definen. Logra, pues, con ello, ser el primero que, de una manera tan acabada y eficaz, nos transmite tanto la expresión artística del cante como también la reflexión sobre el mismo.
A. Mairena consigue romper la tradición que impedía que estos dos elementos (pensamiento y cante) se relacionaran en armonía, pues han estado desde siempre, históricamente, en oposición o, más, se han entendido como incompatibles en una misma persona. La valoración y la crítica del cante y expresión flamencas ha estado siempre en manos de la curiosidad literaria o folklórica o, más recientemente, en manos de lo que se ha denominado crítica flamencológica.
Pero ejecutar, cualtivar el cante y meditar sobre el mismo es algo que se aúna en la personalidad A. Mairena, coincidiendo a la vez reconocido prestigio en el cante y voluntariosa actitud racionalizadora de su expresión. Sus esfuerzos por racionalizar y sistematizar la estética del cante lo convierten en un investigador, en un estudioso y también en un crítico. Examina sus principios traza sus límites y juzga: la esencia del cante no radica en la separación de unos valores, no es un arte autónomo, no es un objeto. El cante está ligado a un arquetipo, a un modelo configurador de la identidad gitano-andaluza. El cante, conceptuado hasta entonces como una floración casi misteriosa y rara, era una expresión artística pero asimismo, una moral una filosofía. Era algo más que una estética: era una manera de pensar, de sentir y de vivir. Esto es lo central de su pensamieno y de donde parten y emanen todas sus restantes consideraciones.
Este es, en apretado resumen, el hilo conductor que vertebra su labor artística y su reflexión crítica. La obra de A. Mairena, arte y pensamiento, sireve pues a la equivalencia perfecta entre arte vida. Su vida alimentó ese cante e iluminó sus experiencias. Para él, cante y pensamiento son un sistema de vasos comunicantes. Las limitaciones impuestas por su deficiente formación académica la suplieron su pasión artística, su sentimiento gitano, su esfuerzo y su voluntad de superación. Mairena asume pues, una estética y una ética, una noción artística y un concepto: el gitano-andaluz. Para ello necesita reordenar el mundo caótico en el que emerge y con el que coinciden sus primeros momentos artísticos. Así nos dice "Yo encontré el cante que yo sentía, el cante gitano-andaluz en la mayor de las miserias", frase que representa todo un ejercicio de plenitud consciente y que equivale a toda una declaración de intenciones, a una propuesta artística, a todo un reto personal.
Y, efectivamente, a fuerza de renuncia al éxito fácil, a no dejarse llevar por las corrientes imperantes en el mundo del flamenco, manteniéndose fiel a unos principios firmes, consiguió edificar su obra artística. Después pensará en la necesidad de exponer por escrito la justificación la intencionalidad de su cante. En cuanto encuentra los aliados idóneos - precisamente a dos poetas: dominio del lenguaje y sensibilidad- y el momento apropiado - el de su madurez como cantaor - se lanza con decisión y denodano afán - hay que valorar lo que esto suponía para un hombre que no había tenido la oportunidad de adquirir una adecuada formación letrada - a la tarea de exponer sus ideas sobre el cante y las razones de su vida, tanto en el plano personal e íntimo como en el plano profesional y artístico. Por tanto, la personalidad de Antonio Mairena aúna paradigmáticamente el análisis, la reflexión y la propuesta por un lado, y, por otro, su desarrollo y su plasmación artística. Es decir, voluntad intelectual y pasión creadora.