Fue uno de los creadores de este gran ciclo sevillano, amante de lo jondo sin precedente. Pierde la Bienal, pero también el arte, la cultura y el flamenco, a un gran maestro.
Revista La Flamenca. R. De la Villa. 14/10/2020. Foto: Jaime Martínez
La noche del pasado martes se tiñó de luto al enterarnos de la triste noticia del fallecimiento de Manuel Herrera Rodas. A sus 83 años deja este mundo al no poder superar un cáncer. Natural de Casariche, aunque con mucho arraigo a Los Palacios y Villafranca donde fue maestro escuela e incluso director del Colegio Cervantes.
Es precisamente en esta localidad sevillana a la que llegó para impartir clases de Lengua, donde pudimos ver parte de su devoción por lo jondo jugando un papel muy importante en la peña flamenca El Pozo de las Penas, así como en el Festival de la Mistela. Desde entonces ha dedicado toda su vida a defender, divulgar y enaltecer lo jondo, su cultura, su tierra.
Además, con su marcha deja huérfana a la Bienal de Flamenco de Sevilla, pues fue uno de sus creadores junto a un grupo de aficionados. Herrera, fue un gran gestor cultural, flamencólogo y profesor, calificado por muchos como una de las personalidades más importantes del panorama cultural español de las últimas décadas, y sin faltar razón alguna.
Su lucha incansable por defender el flamenco, lo llevó a desarrollar diferentes proyectos a lo largo de su vida donde lo jondo ha sido siempre el eje central, convirtiéndose, por ello, en una figura esencial en la historia, modernización y defensa de este arte Patrimonio de la Humanidad.
Hablamos por ejemplo, de que en los años 70 fundó la Institución Social para la Tercera Edad de los Artistas Flamencos (ITEAF). Un organismo cuyo fin pretendido era el de sufragar la jubilación de los grandes maestros del género que nunca habían podido cotizar a la Seguridad Social. Fue director, durante varios años, de la cabecera especializada “Sevilla Flamenca” donde dejó grandes reportajes de figuras del flamenco olvidadas como la Piriñaca.
Y fue precisamente en 1979, cuando decidió dar un paso al frente y presentarse junto a Francisco Cabrera y otros peñistas ante el Ayuntamiento de Sevilla para proponer la creación de lo que hoy conocemos como la Bienal de Flamenco de Sevilla, una de las citas jondas más importantes actualmente. Ciclo que llegó a dirigir en diferentes ediciones, la de 1998, 2000 y 2002.
Pero en Sevilla, Herrera, no sólo hizo posible la Bienal, sino que fue un activista incansable en su contribución a estabilizar el flamenco en las programaciones culturales de la ciudad y de Andalucía en general coordinando ciclos como los Jueves Flamencos o Conocer el Flamenco de la Fundación Cajasol.
Una vida dedicada de pleno al flamenco, aunque también se le quedaron proyectos pendientes. Por ejemplo, el de enseñar el flamenco en los colegios junto con Calixto Sánchez y el guitarrista cordobés José Antonio Rodríguez; o su gran caballo de batallas, independizar la Bienal de la política.
Su último acto público ha sido en la XXI Bienal de Flamenco de Sevilla de la que fue pregonero el pasado 4 de septiembre.
Desde estas líneas no podemos más que dar nuestro pésame a familiares y amigos de Manuel Herrera. Sin duda alguna, la cultura, el arte y el flamenco han perdido una pieza clave y fundamental, al que estaremos eternamente agradecido, y es que sin cantar, tocar o bailar, Herrera ha conseguido ser un grande de lo jondo, dejando huérfano al flamenco, pero con un gran legado que mantener.