Ha sido uno de los protagonistas de la pasada Bienal de Flamenco de Sevilla. Para algunos, aquel mano a mano con Rancapino Chico, titulado “Se funden los metales”, sobre las tablas del Teatro Central mereció quizás un reconocimiento mayor que el aplauso unánime del público y de la crítica. Pero en su ánimo no guarda hueco para el reproche, solo humildad y agradecimiento. Se llama Pedro Heredia Reyes, y es consciente de que ha llegado su momento.
Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez. 21/11/2016 Fotos: Pepe Montiel
Pedro, ¿es cierto que tienes la costumbre de cantar saetas “por lo civil”?
Jajaja, recuerdo perfectamente aquel día, hace como tres años, fue cuando nos conocimos. Manolo Bohórquez nos invitó a un curso, a Alicia Gil y a mí, y estábamos dando un paseo por los lugares emblemáticos del flamenco entre la Alameda y San Román, aquí nació Tomás Pavón, ésa es la casa donde vivía Manuel Torres, y de pronto, las cosas de Sevilla, aparece un paso ensayando, con sus costaleros y sus sacos de arena en lugar de una imagen, tú sabes… Y me salió del alma, creo que le canté la saeta de Tomás, la de “En el patio de Caifás”.
Siempre hablas de Tomás. ¿Cuánto de él hay en tu cante?
Pues figúrate, es a raíz de leer un libro, precisamente de Bohórquez, “Tomás Pavón, el príncipe de la Alameda”, cuando a mí me entra el gusanillo del cante, porque verás, yo no he empezado a cantar flamenco hasta después de los treinta años, cuando me escucha Farruquito y me escucha Antonio Canales… Ese libro significó mucho para mí, además yo tengo el último ejemplar, el que Manuel guardaba para sí mismo, que me lo regaló personalmente. A raíz de que yo leo que Tomás escuchaba a Chopin, yo me pongo a oír música de Chopin.
Háblanos de tus inicios, de tu infancia en Granada, ¿tienes antecedentes flamencos en tu familia?
Para nada. Yo en Granada nunca escuché cantar por seguiriyas ni por soleá. En las fiestas familiares, o de los amigos, se cantaba por rumbas o por tangos, ya está. Yo me he criado en el polígono de La Cartuja, pero mi padre y su familia eran del Sacromonte, del Camino del Monte, y no han tenido afición. Con decirte que cuando yo tenía nueve años, vinieron a rodar la película sobre Federico García Lorca “Muerte en Granada”, y el maestro de Lengua, como yo siempre estaba cantando en el colegio, me dijo: Perico, están buscando un niño de tu edad para que haga el papel del Niño Caracol y cante unos fandangos en la escena del Concurso de 1922… y mi padre no me dejó ir. Fíjate si era raro mi padre. ¡No me dejó ir!
¿Podríamos decir entonces que eres la prueba palpable de que el cante no es obligatorio mamarlo desde la cuna, ni se hereda?
Por supuesto. El cante se aprende, estudiando mucho, escuchando mucho los discos de los antiguos. Hay que tener el metal, las condiciones, que eso viene con uno, es un don que Dios te da. Y luego la práctica, el cante para bailar te da el compás, la medida. Yo nunca he aprendido canto, pero sí he aprendido a respirar, a utilizar el diafragma, a decir los tercios pensando, todo eso se aprende, claro que sí. Fíjate qué te digo: hace cinco años yo era incapaz de cantar por soleá, me costaba la misma vida. Y hoy en día me tienen que matar para yo bajarme de un escenario sin haber cantado por soleá.
¿Eres consciente de tu evolución meteórica como cantaor y como artista?
No te queda otra, tienes que evolucionar, ser consciente de que debes cambiar algunas cosas si quieres llegar a viejo en esta profesión con un mínimo de facultades. Ahí tienes a uno de mis referentes, el Pele, la voz que tiene ese hombre, que ya no es ningún chiquillo precisamente; o el maestro Panseco, cómo canta por martinetes a su edad. Eso no es casualidad.
Yo desde hace un tiempo he cambiado algunas cosas. He dejado de fumar, dos años llevo, no bebo, hago deporte. Me he dado cuenta de que no se puede cantar toda la vida con la guitarra al siete por medio. Y he bajado todos los cantes dos tonos. Es cierto, yo hacía los fandangos al siete por medio; ahora canto por fandangos al cuatro y al cinco. La granaína la hacía al dos; ahora la hago al aire. O los tientos, que antes los metía al cinco, y los hago al tres. En la seguiriya sí. En la seguiriya me tiro para arriba, pero solo en la seguiriya, porque sí, porque considero que es un palo donde debo estirarme. En otros palos hay que buscar la media voz y los graves, que es como más se transmite.
Háblanos de “Eterno Camarón”, ese espectáculo intermitente con la familia Monje con el que llevas tanto tiempo sin terminar de cuajar ¿No te da miedo acabar encasillado como camaronero y nada más?
Eterno Camarón conlleva una responsabilidad tremenda en todos los sentidos. Es un espectáculo que se estrenó en Sevilla con éxito, pero que ha tenido muchos… son cosas de la producción, ha faltado producción, muchas cancelaciones… La verdad es que nunca acabó de empezar, y es un tema que yo creo que ya voy a cerrar esa puerta.
Claro, corres el riesgo de que te encasillen. A mí me gustaría cantar cosas de Juanito Valderrama o de Pepe Marchena, de Vallejo; pero mi tesitura de voz, mi eco no van con eso. Yo me acuerdo de Tomás Pavón, de Caracol, de Juan Talega, de Manolito de María, de Enrique Morente… son mis referentes. Y te juro que hay días que, antes de salir a escena, me digo: Hoy no voy a hacer nada de José, en serio. Pero luego estoy ahí arriba a gusto y pienso, pero cómo no me voy a acordar de Camarón, ¡si es que me tengo que acordar de él! Yo soy camaronero, morentiano y tomasero, jaja.
Pedro, ¿qué ha pasado en la Bienal?
Pues la Bienal muy bien (sonríe), la Bienal muy bien, de verdad que muy bien (sigue sonriendo), encantado con mi compañero Alonsito, encantado con el público, con la crítica, era algo que queríamos hacer los dos desde hace tiempo. Muy contento con la organización, creo que ha sido un exitazo en general, y que la ciudad de Sevilla se ha volcado este año especialmente con el festival.
Llevo tres Bienales consecutivas, la primera yo solo, la segunda un mano a mano que quisieron venderme con mi compañero El Lavi, que yo acepté de buena gana por mi parte porque no estaba todavía en el momento en que estoy ahora; y sin embargo, en esta tercera yo lo he disfrutado de verdad, no he sentido ese peso de Bienal que se siente como una opresión en el pecho antes de salir.
¿Crees que han estado bien dados los Giraldillos?
Por supuesto, los premios nunca se dan a un momento determinado, sino a una trayectoria. Los compañeros que han premiado seguramente se lo han merecido, igual que otros que también se lo merecerían. Pero cuando se lo dan es porque se lo merecen.
Llevamos años pidiéndote un disco, da la impresión de que para ti no es tan importante tener una discografía que respalde tu trabajo en los escenarios
Pues quizá sí, no sé. Queremos hacer ese disco, es nuestro proyecto más inmediato. Las cosas se hacen cuando llega la hora y se puede. He tenido ofertas de productoras que me querían convertir en un cantante de temitas de verano. Yo quiero grabar un disco de cante jondo, soleares, seguiriyas, malagueñas, y lo quiero hacer con mi guitarrista Patrocinio, no quiero grabar un disco que luego no se pueda llevar tal cual al escenario, porque sería decepcionante para el público. Nos encerraremos en un teatro, quizá el Teatro Quintero de Sevilla, o el Gran Teatro de Córdoba, y grabaremos un disco en directo.
No lo he hecho antes porque, gracias a Dios, tengo mucho trabajo y porque, la verdad, no me sentía preparado. También es verdad que hoy en día, con las redes sociales, quien te quiere escuchar te escucha, sin necesidad de discos. Pero es verdad, creo que ya ha llegado el momento de grabar.
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