Revista La Flamenca: Revista nº 18 / año 2006 Noviembre Diciembre Fotos: Fidel Meneses
Para los más exigentes, ha sido el cantaor de la Bienal. José Antonio Valencia Vargas (Barcelona, 1975), es un viejo cantaor de 31 años que posee unos conocimientos sobre el ejercicio de su oficio inusuales en el resto del panorama flamenco joven. Es alguien sencillo y comprometido con los tiempos que corren, pero desde el difícil ángulo del respeto a la tradición. Onza de oro en el atrás de las mejores compañías de baile, está más que preparado para dar el salto definitivo como cantaor en solitario. Aunque a diferencia de otros y a pesar de su valía, nadie le está regalando nada.
¿Es verdad que para ser alguien en el cante "palante" hay que grabar un disco con bajo, percusión, tanguitos lolailos y guitarrista de moda?Me gusta la música, y lo que esta bien hecho y tiene calidad le gusta a todo el que tiene sensibilidad. Pero tengo un enfoque distinto y mi forma de cantar no va con bajos ni musiquitas. Mi primer disco tendría que ser tal como soy yo. Si me conocen cantando de la forma que lo hago, no creo que deba hacer un disco de otro estilo. No serviría para nada. He tenido varias ofertas para grabar, pero las he desechado. ¿Por qué buscan a un cantaor de flamenco para que haga cosas distintas?. En esto no estoy dispuesto a ceder.
¿Ha sido cantaor de concursos?
Sí, de niño pasé por los concursos. Lo último que hice fue lo de la Bienal y fue más incitado por el morbo de pensar que aquello iba a ser diferente al competir con gente de mi edad y categoría. Pensaba que no era el típico concurso donde estaban los profesionales de concursos, que van a la caza y captura de lo que pillen. Se supone que los concursos son para incentivar a los que están empezando. Pero creo que se han convertido en un vicio que no motiva a nada.
En el atrás, le ha cantado a los mejores de cada momento...
La verdad es que he tenido la suerte de cantarle a todo lo que se mueve. Este mundo es muy complicado y dar el salto "palante" sin ayuda es dificilísimo. Yo tengo mucho que agradecerle a mis compañeros del baile por todo lo que me han dado. Ese aprendizaje no lo había conseguido años atrás. Es una escuela muy grande y muy difícil y, la verdad es que, no hay mucha gente buena cantando para bailar por esa dificultad. Si los hubiera, no estarían ahí Juan José Amador o El Extremeño que llevan treinta años en el atrás.
Si no hay vivencias no hay flamenco
Nació por tierras catalanas, imagino que por la inmigración ¿no?
Mi gente se fue para Cataluña por motivos laborales. Yo vivía en Hospitalet, en un barrio que se llamaba Belbitche. Nací allí accidentalmente pero, como estaban todos mis tíos, las celebraciones se hacían cantando y bailando como en cualquier familia de gitanos de aquí. Después había unas peñas muy buenas, como la Tertulia Antonio Mairena, la Peña Los Cabales, la Peña Fosforito, la Casa de Andalucía de Barcelona... Fueron los sitios donde empecé mi aprendizaje y di los primeros pasos de mi carrera.
De hecho debuta usted como Joselito de Lebrija a los cinco años, en el Palacio de los De-portes de Barcelona, junto a Camarón, El Cabrero y José Menese. ¿Cómo fue aquello?
Esa fue mi primera actuación profesional. Íbamos de pareja mi tío Luis de Lebrija y yo. Él era el que me motivaba, el que venía conmigo a todos los sitios, me puso mi primer nombre artístico, me aconsejaba, me ayudaba en todo... Un maestro en toda regla. Así que se subía conmigo y cantábamos los dos. Yo tenía un repertorio bastante cortito por soleá y bulería, que con cinco años ya era pedirme mucho. A la gente le llamó la atención el nombre. Esperaban a un aficionado de Lebrija ya mayor... y cuando me vieron se quedaron un poco sorprendidos.
Bisnieto por línea materna de Manuela la Juanicha y sobrino de Manuel de Paula ¿Qué otros precedentes tiene en su familia?
Mis padres no han sido artistas. Mi padre no era si quiera dado a hacer compás. Pero mi madre sí. Cantiñea y tiene buen sentido del ritmo, como la mayoría de sus hermanos... Pero vamos, mi abuelo me cuenta que estamos emparentados con Tío Borrico, Juanichi el Manijero, los Parrilla, Paco La Luz... Antonia Pozo tiene que ver más con Manuel de Paula.
Los años pasan en Hostpitalet hasta que en 1983 vuelve a Lebrija...
Yo conocía Lebrija porque veníamos de vacaciones. Aunque nunca me hice a la idea de que iba a venir a vivir aquí. Fue un cambio muy drástico porque las costumbres eran muy distintas. Me costó mucho más trabajo adaptarme. Además, como llegué con la vitola de que cantaba, me lo pusieron mucho más duro. No ha sido fácil agradar y caer bien artísticamente a la gente en mi pueblo. Me han exigido mucho, pero a la larga creo que me ha venido bien.
Chache Lagaña, La Juanaca, Diego Vargas, El Viá, los Montaráz... ¿Qué se encuentra al trasladarse a la tierra de sus padres? ¿Quiénes, de los más viejos, cantaban todavía?
Casi todos... vivían Lagaña, Bastián Bacán, La Cabrillera, La Perrenga, La Morena, El Daíto... todos esos que grabó Pedro Bacán. Había además, una gran cantidad de personas mayores que cantaban y bailaban, y que no eran conocidas. De ahí intentaba uno morder. En aquella época había sitios donde vivirlo en directo, los podías buscar en las tascas de vino, en bodas, en bautizos... entonces era muy común. Hoy es más difícil. La vida es mucho más europea y quizás no se improvise tanto como antes. Hoy vivimos con el reloj en la muñeca. Todo eso ha influido mucho para que no haya sitios de estos.
Se nota que tiene a Mairena como uno de los pilares de tu arte.
Ese es el maestro. Inconscientemente me inculcó la manera de cantar y los conceptos. Aunque después he escuchado a otros muchos pedazos de fenómenos. A Antonio lo conocí personalmente en el año 81 en el concurso de Mairena. Allí no me dieron el premio por la edad, pero me llevé un accésit. Me acuerdo que iba con mis padres y quería conocerle. Me encontré a Antonio con un cañero blanco y una guayabera preciosa. Estaba en la esquina de un bar con sus hermanos Manuel y Curro, que estaba cantando. Fue muy entrañable porque me cogió en brazos, me dio un beso y me hizo cantarle. Es un recuerdo que voy a tener toda la vida. Fue un hombre muy legal, gracias a él se profesionalizó el flamenco, de manera que podemos ir por el mundo a los mejores teatros y con buenos cachés. Además de lo que grabó y rescató.
Mientras se mantenga en esta actitud cantaora, el nombre artístico es indiferente para su público, pero en 2001 cambia a José Valencia ¿Porqué?
Fue un momento personal muy complicado en mi vida. Cambié muchas cosas y tomé la decisión de cantar para bailar. De empezar de nuevo. Y quise hacerlo desde el nombre hasta la imagen. Todo. Quise relanzar mi trayectoria artística con una manera de pensar distinta.
Preocupaciones estéticas. Es usted un rara avis, en el sentido de que hace cantes poco comunes...
Durante los últimos años han ido desapareciendo estilos y se han olvidado muchos cantes. Hay que refrescarle a la gente la memoria. He escuchado a muchos artistas en muchas fiestas, mientras los de mi edad estaban en la discoteca. La de veces que yo he llevado a Bastián Bacán a su casa... Es decir, que yo no he aprendido sólo de los discos.
Como valores más impactantes de su manera de interpretar, destacan la fuerza de su garganta y -como revolución, como un alarde de poder- el dominio de la medida sobre los tercios y la estructuración del cante de cara a su cuadratura final. Un tira y afloja entre el binomio texto-melodía y el tiempo. Necesitará una guitarra infalible en ese sentido. Una claqueta de seis cuerdas....
El cante tiene su momento de delicadeza y agresividad. Los patrones hay que respetarlos, aunque después te lleves los cantes a tu terreno. Pero no soy tan meticuloso. Cada uno tiene que exponer su personalidad. Eso sí, mi concepto rítmico vuelve loco a los guitarristas. Parece que estoy fuera de tiempo, pero siempre termino a tierra. No se trata de cuadrar a la manera clásica. En lugar de entrar en el tres, entro en el cinco o en el siete.
Por otro lado los matices micro tonales que nos ofrece, que es lo verdaderamente dificultoso en la interpretación. Me refiero a que, respetando por ejemplo el primer tercio y el segundo, en el tercero empieza a hacer cosas nuevas sobre la melodía. Respetándola al máximo. ¿Como se hace eso?
No es una cosa premeditada, sale en ese momento. Es una impronta de tu alma. Un momento de éxtasis en el que lo das todo y en el que no sabes, a veces, ni como te puede responder la voz. Pero cuando te viene ese momento, entra en funcionamiento la cabeza y ya empiezas a maquinar como lo vas a resolver. Es después de todo cuando te das cuenta de lo que pasado. Es algo instintivo, innato. Y en milésimas de segundo. Hay veces que te tiras a la piscina y no sabes si la piscina esta llena. El flamenco además de conocimientos, es intuición y arte, y la voz no puede durarte noventa años. Es difícil y complicado, pero confío en mis conocimientos. No me gustan las cosas tan medias y perfectas.
He escuchado a muchos artistas en fiestas, mientras los de mi edad estaban en la discoteca
Ha participado en tres espectáculos en la última Bienal, en dos cantando para el baile de El Grilo y Andrés Marín, y en el tuyo propio como solista. Después de unas criticas excelentes de público y prensa. ¿Esperaba llevarse el Giraldillo o los premios de este tipo no le interesan?
Ni esperaba llevármelo, ni esperaba en principio optar a ellos. Yo no iba a la Bienal a luchar por un premio, sino a hacer mi presentación. Estoy muy contento con las críticas de público, prensa, aficionados y artistas. Hay un consejo asesor que, quizás ha pensado que no estoy a la altura de otros cantaores. Pero vamos, también me dieron el premio revelación hace dos años, y llevaba cinco Bienales a mis espaldas. Es decir, que no han pasado de mí ahora, llevan diez años pasando de José Valencia. Al final, el Giraldillo es sólo una estatua que ocupa mucho sitio, coge mucho polvo y que no te da trabajo.
Según usted, ¿qué le ha faltado y que le sobrado a la última Bienal?
No he visto nada, sólo lo que ponían en la tele, porque me he dedicado a prepararme y a ensayar las colaboraciones que he hecho con Grilo y Andrés, dos pedazos de bailaores a los que les agradezco el sitio que me han dado. La verdad es que la crítica se ha pronunciado: aburrida, pesada, pocos espectáculos de calidad... Si no prospera la cosa, quizás la Bienal de Málaga le de un palito a la de Sevilla.
¿Cuáles son los defectos que observa en la gente joven, en algunas llamadas primeras figuras entre ellos? ¿Qué está minando el futuro del cante?
Llevo más de veinte años currando en este mundo, y veo como pasan por delante un montón de gente que está empezando y que los hacen figura por la cara. Llegas a pensar que nunca dejarás de ser una promesa. Y la culpa de esto la tienen quienes están por detrás, que le están dando más bombo de la cuenta. En las tres facetas. Pero si más alto están, más dura será la caída. Yo creo que esto es más lento. Es una carrera de fondo. Y no tan sólo trabajar, y al día siguiente tirarse en casa a jugar con la Play Station. Porque alguien escuche tres mil discos no va a saber más que nadie. ¿Y las vivencias?. Si no hay vivencias no hay flamenco.