Revista La Flamenca: Revista nº 12 /año 2006 Enero Febrero/ Cristina Cruces Roldán (Profesora Titular de Antropología Social de la Universidad de Sevilla).
El próximo mes de noviembre tendrá lugar en Sevilla el Congreso "La Niña de los Peines, Patrimonio de Andalucía". Se trata de una apuesta de la Consejería de Cultura por el acercamiento a la primera intérprete flamenca que ha encarnado una Declaración de Bien de Interés Cultural de nuestra Comunidad Autónoma, en este caso a través del patrimonio documental que representan las placas de pizarra impresionadas por Pastora Pavón en la primera mitad del siglo XX.
Recuperar a Pastora y conocer su tiempo flamenco implica, de una parte, acercarse a una figura capaz de resumir en su cante una enciclopedia de estilos y técnicas interpretativas vocales con un uso irreprochable de la respiración, los más variados registros tímbricos y modos propiamente flamencos, desde las glosolalias al quejío, atravesados de una capacidad a la vez rítmica, melódica y armónica - con modulaciones de factura intachable- que nos hacen reconocer en ella una de las voces universales de la historia de la música. Pero también -y tal vez esto sea de tan alto interés como haber recuperado sus 258 cantes en perfecta audición- el acontecimiento debe ofrecer un campo para quienes, desde el rigor investigativo, desean ofrecer nuevas miradas al flamenco, tan necesitado del desembarco de lirismos.
En este sentido, la edición de la obra completa de Pastora por la Junta de Andalucía quiso venir acompañada de una serie de estudios en torno a su biografía, su voz, sus coplas, el análisis en profundidad de los estilos, los guitarristas y guitarras que la acompañaron, las relaciones entre su vida y su cante, las referencias bibliográficas, hemerográficas e iconográficas a que Pastora dio lugar y una cuidada clasificación de toda su discografía felizmente elaborada por la empresa andaluza FONOTRÓN. Todo ello es accesible a través de un Cd-i interactivo que se puede considerar pionero en los estudios flamencos multidisciplinares por la intertextualidad de su lectura. A quienes participamos en este trabajo cuya coordinación y texto introductorio me cupo el honor de suscribir, la concentración sobre la vida y obra de Pastora terminó siendo, no una hagiografía fácil de la cantaora sevillana, sino una gran experiencia introspectiva y generosa. Aunque la difusión del trabajo todavía merece seguramente mejor suerte, nos hemos visto fascinados por la ajetreada vida y la vibrante obra de esta mujer gitana que -también en el aspecto no profesional, en su vida privada- representa un perfil sociológico definido. Pastora nos ayuda a entender las trayectorias laborales femeninas de un periodo histórico de Andalucía y nos introduce apasionadamente en cuáles fueron los procesos de toma de decisión protagonizados por las artistas de la época que no quisieron ser silenciadas.
Los trabajos en torno a "La Niña" dan muestra documentada del tiempo de codificación de flamenco que se vivía en las primeras décadas del siglo XX, cuando -como demuestra Norberto Torres- no siempre estaba totalmente marcada la deslizante línea entre el folklore y el flamenco mismo. En su selección de estilos, Pastora funciona como una bisagra de transición entre los siglos XIX y XX, entre las escuelas jerezana, sevillana y gaditana y el flamenco contemporáneo, y entre los intérpretes de una y otra contextura sonora: la posibilidad que ofrecen las tecnologías interactivas para contrastar directamente los cantes de La Niña de los Peines y sus coetáneos, según el exquisito análisis comparativo que elaboró Romualdo Molina, distingue entre los modelos miméticos y las novedades creativas que se confirma aportó la cantaora.
Pastora fue también testigo del nacimiento de una nueva guitarra flamenca de acompañamiento a la que la armonización de su voz consigue adelantarse, liberada ya de ataduras premodernas, en el camino hacia un virtuosismo cuya evolución se rastrea en los toques de Ramón Montoya separados por algo menos de dos décadas. Algunas placas de Pastora permiten, asimismo, valorar en razón el recién nacido tandem creativo entre cante y toque que alcanzarían algunas parejas de intérpretes flamencos. Sus trabajos con Luis Molina vaticinaban una de las más gloriosas conjunciones entre voz y guitarra que a buen seguro se habría encumbrado como referente de perfección, de no mediar la temprana desaparición del guitarrista que quizá mejor conoció y trató a Pastora y con quien llegó a grabar nada menos que 100 cantes en el brillante trienio 1913-1915.
Y, desde luego, Pastora es una intérprete flamenca innovadora de estilos y -más aún- normalizadora de otros: no hay sino que escuchar las bulerías acontecidas en su primera época y cotejarlas con el patrón del "cuplé por bulerías" -caleidoscópico, como lo calificaron David y Antonio Hurtado por sus combinaciones microcompositivas- en adaptaciones a cuya confección final Niño Ricardo seguramente contribuiría lo suyo, y que alcanzaron estado de gracia con Melchor de Marchena. Y una cantaora que supo adelantarse a los acomodos mercantiles y estéticos que significaban sus repertorios cambiantes siempre a la moda, sin abandonar en ningún momento sus apuestas fijas por soleares, seguiriyas, bulerías, peteneras, tangos de la época, tarantas y cartageneras que harían de ella "Genial Giralda de las voces" cantando con la misma calidad sonora desde sus primeras placas de 1910 hasta las últimas de 1950.
Pastora, en fin, libó de aquellos con quienes compartió vida, ideó aquello que pudiera gustar a los públicos, y se lamentó del desprecio al cante flamenco del que iba siendo testigo con el paso de los años. Lo que hoy llamaríamos "ser moderna". Se movió en el difícil equilibrio de la fidelidad a la memoria y de abrir caminos a los cantes, que cultivó prácticamente en su totalidad; en la tensión entre su capacidad de reproducción de lo tradicional y su arrebatadora personalidad creativa, si no siempre en la estructura o morfología de los estilos, sí en la interpretación. Pero queda mucho más. Mucho que habrá de escucharse en las aportaciones presentadas al Congreso, que, esperemos, no sólo hará justicia a un género y a una figura todavía no suficientemente apreciados ni siquiera entre los propios andaluces, sino que también debe servir para poner en valor la investigación en torno al flamenco y conocer algunas de las principales novedades y avances en esta línea. Escuelas y universidades, aun tímidamente, están abriéndose ya a los estudios flamencos cosechando resultados inesperados: el Programa de Doctorado "El Flamenco. Acercamiento multidisciplinar a su estudio" que hemos puesto en marcha en la Universidad de Sevilla en el curso 2004-2005 ha sido, para sorpresa de muchos y sólo como ejemplo, uno de los más solicitados y numerosos en inscripciones de la Hispalense.
Aunque queda mucho por hacer, el camino es claro: perseguir objetivos, sugerir hipótesis, realizar trabajos documentales y de campo, analizar, comparar, alcanzar conclusiones son presupuestos básicos del método científico. En el flamenco, además, tenemos la inmensa suerte de no hacer incompatibles el rigor y el disfrute, sea en la soledad o en la fiesta, en el teatro o en el disco. Fluya pues la tinta en el papel, jueguen los dedos de los investigadores por los teclados y hágase pues la luz definitiva que se viene anticipando para mayor gloria de los estudios flamencos contemporáneos.